Lo
fundamental de la consagración
es, conforme a la oración
consagratoria, la renuncia al
pecado, a la tentación
del mal y a Satanás y
la entrega incondicional al
Corazón Inmaculado de
María y, por él,
al Sagrado Corazón de
Jesús, como respuesta
al amor a nosotros de
ellos dos. Con esta consagración
se renueva y profundiza de manera
consciente la consagración
bautismal a Dios.
Sagrados Corazones
Por
qué hablamos del "corazón"
de Jesús y de María
En
primer lugar porque al Corazón
de Jesús y al de María
hacen referencia los decretos
del magisterio de la Iglesia
y la liturgia (festividad del
Sagrado Corazón de Jesús
y memoria del Inmaculado Corazón
de María).
También
Jesús y María
se presentaron de esta manera
en revelaciones especiales (por
ejemplo a santa Margarita María
de Alacoque, a santa Catalina
Labouré, a los pastorcitos
de Fátima, a santa Faustina
Kowalska). Y el fundamento para
esto ya está dado en
la Santa Biblia.
Sagrados Corazones
En
la Biblia y en el habla corriente
de la gente "el corazón"
significa el centro de la persona
y es el símbolo de su
amor.
Sagrados Corazones
Cuando
hablamos del corazón
de Jesús y de María
pensamos en Jesús y en
María bajo el aspecto
de la riqueza de la vida interior
de ellos dos, especialmente
en su amor hacia el Padre celestial
y hacia nosotros, los hombres.
La
humanidad tiene necesidad, hoy
más que nunca, de la
bondad divina, del amor
y de la piedad.
Es lo que recibimos al consagrarnos
a los Sagrados Corazones de Jesús
y de María y al vivir
segun la consagración.
Sagrados Corazones
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La imagen de los Sagrados Corazones
nos habla del inconmensurable
amor de ellos dos
hacia la humanidad,
hacia cada parroquia,
hacia cada familia,
hacia cada individuo.
El
amor de ellos hacia
la humanidad pecadora
se revela permanentemente,
desde el nacimiento
de Jesús
en el establo de
Belén hasta
su muerte en la
cruz en el Gólgota.
El amor de ellos
dos es tan fantástico
justamente porque
fue crucificado.
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Sagrados Corazones
Jesús
y María, al demostrarnos
su amor, quieren conducirnos
hasta el amor desinteresado
a Dios y al prójimo,
lo cual es la base de la santidad
a la que todos estamos llamados.
Porque nos aman quieren salvar
a la humanidad, que equivocó
el camino. De esto nos hablan
también los mensajes
de Fátima. Es necesario
creer en el amor de ellos dos,
confiarles y entregárseles
por completo. Cambiarán
nuestros corazones para que
empecemos a pensar, a obrar
y a amar como ellos.
Jesús le aseguró
a santa Margarita Alacoque que los cristianos que titubean, si adoran
al Sagrado Corazón de Jesús, se tornarán
fervientes y así podrán alcanzar rápidamente una
gran perfección.
¿Por
qué la consagración
simultánea a los dos
Sagrados Corazones?
Hasta
ahora era usual consagrarse
por separado al Corazón
de Jesús y al de María.
Cada una de estas consagraciones
alcanzó su cima en la
consagración que realizo
el Papa de la Iglesia universal
y del mundo entero.
Así
el Papa León XIII consagró
en el año 1899 a toda
la Iglesia y al mundo entero
al Sacratísimo Corazón
de Jesús y el Papa Pío
XII le consagró al Inmaculado
Corazón de María
toda la Iglesia y el mundo entero
en el año 1942. El Papa
Juan Pablo II realizó
esta consagración al
Inmaculado Corazón de
María en el año
1984 y en el 2000.
Sagrados Corazones
Jesús
y María son una
comunidad de amor. Por eso nos
consagramos y nos entregamos
a los dos al mismo tiempo.
En las letanías al
Sagrado Corazón de Jesús oramos:
"Corazón
de Jesús, formado en
el seno de la Virgen Madre por
el Espíritu Santo."
Por obra del Espíritu
Santo fue formado Jesús como hombre con un corazón
humano en el vientre de la Virgen María. Los dos Sagrados Corazones
estuvieron unidos desde el principio de una manera maravillosa.
El
Corazón de María
fue el primero en adorar al
Corazón de Jesús
y el que comprendió más
cabalmente la profundidad de
su amor.
Ella,
como educadora, modeló
el Corazón de su Hijo.
En
el momento en el que el Corazón
de Jesús fue traspasado
en la cruz por la lanza del
soldado, el Corazón de
María sufrió las
heridas producidas por la espada
de los dolores. En el Corazón
de Jesús se refleja el
Corazón de su Madre.
El
culto al Corazón de María
se fue desarrollando en la Iglesia
en forma paralela al culto al
Corazón de Jesús.
La fiesta del Corazón
inmaculado de María está
inmediatamente después
de la fiesta del Sagrado Corazón
de Jesús, lo que da cuentas
de su íntima unión.
El
ángel de la paz mencionó,
en sus tres apariciones en Fátima
en el año 1916, el
Corazón de María
junto al de Jesús. ¡Donde
está el Hijo, allí
está también la
Madre!
En
la segunda aparición
de la Virgen María en
Fátima, el 13 de junio
de 1917, Lucía recibió
su deber, que seria de por vida,
que consistía en difundir
el culto al Corazón de
María, ya que en él
reside la salvación de
la humanidad. El culto al Corazón
de Jesús estaba en esos
momentos ya fuertemente arraigado
en la Iglesia.
El
fundamento de la consagración
- Lo
fundamental de la consagración
es, conforme a la oración
consagratoria, la renuncia
consciente y total
al pecado, al mal y a Satanás
y la entrega incondicional
al Corazón de María
y, por él, al Corazón
de Jesús, como respuesta
al amor de ellos dos. Con
esta consagración
se renueva y profundiza,
de manera consciente, la
consagración bautismal
a Dios.
Todos
los hombres somos propiedad
de Jesús,
porque es nuestro Creador y
Salvador. Por el bautismo los
cristianos somos más
suyos todavía. La pertenencia
a Jesús debe ser confirmada
y esta confirmación debe
ser renovada continuamente con
nuestra decisión personal
a favor de Él. Esto ocurre
de una manera privilegiada en
la consagración al Corazón
de Jesús, siempre que
esté preparada
a conciencia.
No
somos solamente de Jesús. Somos también de María,
ya que ella es nuestra madre espiritual. Al que se entrega a María,
ella lo entrega a Jesús. Ella es el camino a Jesús, la
mediadora y la intercesora ante él.
Es
cierta la máxima de san
Luis Grignion de Montfort: ¡A
Jesús por María!
En
un sentido estricto podemos
consagrarnos solamente a Dios,
por eso también a Jesús,
que no es tan solo verdadero
hombre sino que también
es Dios verdadero. Podemos
consagrarnos a la Virgen María
solamente en un sentido amplio
de la palabra, por analogía.
Por eso, teniendo en cuenta
las directivas recientes de
la Santa Sede Apostólica,
preferimos emplear el término
"entrega", "don".
Con
la Consagración le entregamos
a Jesús por María
nuestra alma y nuestro cuerpo,
- el
crecimiento espiritual,
- nuestras
oraciones,
- mortificaciones
y nuestras buenas obras,
-
nuestras
luchas interiores ocultas,
- nuestro
esmero por la pureza del
alma,
- las
cruces de todo tipo,
- nuestro
estado de salud,
- nuestra
familia,
- a
los conocidos y amigos,
- nuestra
vocación y
- bienes
materiales.
En
nosotros comienza una nueva
vida, formada a imagen del Corazón
de Jesús y del de María.
- Si
nos entregamos conscientemente
al Corazón de Jesús
y al de María, se
nos ofrecen también
ellos dos de una manera
nueva. Se trata de una alianza
de dos amores.
- Al
donarnos a Jesús
y a María, pasamos
a ser su pertenencia y ellos
dos cuidarán de nosotros,
tratándonos como
suyos.
La
vida a partir de la consagración
La
consagración no es un
acto que se realiza una sola
vez. Con nuestra vida la confirmamos
y la renovamos día a
día.
En
las letanías al sagrado
Corazón de Jesús
lo denominamos "hoguera
ardiente de caridad" y
"lleno de bondad y amor".
Junto
a su Corazón, nuestro
corazón vuelve a arder
en el amor, se llena de bondad
y de amor, siente el anhelo
de alcanzar la santidad y comienza
a amar desinteresadamente. Solamente
el Amor puede motivar al hombre
para un amor desinteresado.
Santa
Margarita María de Alacoque
escribió lo siguiente:
- "Creo
que no existe un camino
más corto para alcanzar
la perfección y que
no hay un medio más
seguro para la salvación
como la consagración
al Corazón Divino."
La
santa expresó varias veces:
- "Pienso
que no se perderá
nadie de los que adoren
el Corazón de Jesús
y se entreguen a El."
La
consagración nos pone
en dirección del amor
al prójimo. Nuestro apostolado
es, en primer lugar, un apostolado
de oración y sacrificio
y de una vida cristiana ejemplar
en el cumplimiento de los mandamientos
Divinos y de los preceptos de
la Iglesia.
Rezaremos
para que el Reino de Dios
se acreciente en las almas.
Para este fin aceptaremos también
renunciamientos y mortificaciones.
Principalmente
llevaremos con entusiasmo nuestra
cruz de cada día y
haremos así actos de
reparación a los Sagrados Corazones de Jesús
y de María por
nuestros pecados y por los pecados
de toda la humanidad.
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